El Minotauro que espera- "La Casa de Asterión" de Jorge Luis Borges
EL MINOTAURO QUE ESPERA
En el epílogo de El Aleph, Borges menciona que la inspiración para su cuento “La casa de Asterión” proviene de una pintura de 1896, una tela de George Frederic Watts, en la que se representa al Minotauro en una actitud poco común: no como un monstruo violento, sino como un ser reflexivo, incluso melancólico. Esta imagen desafía la tradicional visión del Minotauro como una bestia sanguinaria y ofrece una nueva interpretación del mito, que Borges aprovecha en su cuento.
Al observar la pintura, lo que llama inmediatamente la atención es la postura del Minotauro: se encuentra recostado sobre una especie de muro o balcón, contemplando el horizonte. Su cuerpo musculoso y su cabeza de toro están dirigidos hacia el exterior, pero su actitud no es agresiva ni salvaje. Al contrario, transmite introspección, soledad y un deseo de conexión con algo más allá de los muros que lo rodean. Sus brazos descansan con resignación, como si llevara una eternidad esperando algo que nunca llega. Hay en su figura una mezcla de fuerza contenida y profunda tristeza.
Esta representación se refleja de manera directa en “La casa de Asterión”, donde Borges da voz al Minotauro, llamándolo Asterión, y lo convierte en un narrador que vive en la absoluta soledad de un laberinto. Asterión no se describe a sí mismo como un monstruo, sino como alguien especial, casi divino, que se dedica a recorrer interminablemente su casa-laberinto. Cree que está cumpliendo un destino superior, pero también revela su angustia por la soledad y su deseo de redención. En sus palabras se percibe una profunda humanidad, un anhelo de contacto con el otro, y una incomprensión del rechazo que sufre.
El cuadro de Watts y el cuento de Borges dialogan entre sí: ambos ofrecen una visión compasiva y filosófica del Minotauro, invitando al lector y al observador a replantearse la figura mítica desde la empatía y la introspección. Borges, al inspirarse en esa pintura, no solo se apropia de la imagen, sino que la transforma en literatura, dotando al monstruo de una voz interior que busca ser entendida. Así, tanto la pintura como el cuento nos muestran que, detrás del mito, hay una figura trágica, casi humana, atrapada en un destino que no eligió, esperando en vano ser liberado.
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